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domingo, 24 de junio de 2018

La Endogamia y el Karma. Part 3.


La endogamia y la Medicina.


No es inusual que muchas personas, en los primeros años de su adolescencia, sientan hacia alguno de sus primos o primas la clase de atracción que produce mariposas en el estómago y un indiscreto rubor instantáneo. Esa sensación, la mayoría de veces un flechazo inocente y pasajero, en determinadas ocasiones va a más y culmina en una relación sentimental en toda regla, incluso en boda. Y aunque el tema nos ponga un tanto histéricos de antemano, en nuestro planeta se da en un porcentaje más alto del que cabría esperar, sin saber las consecuencias que puede acarrear esa responsabilidad.

 

Un artículo reciente publicado en la revista Demographic Research fijó en un 10% los matrimonios que se celebran en todo el mundo entre primos carnales o hasta primos de cuarto grado. Aun así, sus autores aseguran que el porcentaje ha disminuido en las últimas décadas. Con todo, hay excepciones: en algunos países como Qatar, el número de parejas con una relación de consanguinidad es mayor ahora que durante la generación de sus padres.

 

En Estados Unidos, los matrimonios consanguíneos siguen prohibidos en 31 estados, lo mismo que en otros territorios como Taiwán, Corea del Norte, China y Corea del Sur. No lo son en los países de nuestro entorno (Latino), pero sí en Oriente Medio, y algunas regiones del norte de África y China. En España es legal, hasta cierto punto: el artículo 47 del Código Civil especifica que no pueden contraer matrimonio "los parientes en línea recta por consanguinidad o adopción, ni los colaterales por consanguinidad hasta el cuarto grado" En el caso de tíos y sobrinos (cuarto grado), sería posible, pero solo con una dispensa judicial. Casarse con ascendientes, descendientes o hermanos está completamente prohibido.

 

Para los demógrafos, los mecanismos que explican la alta tasa de casamientos entre primos en territorios latinos tienen que ver con factores sociales. Las mujeres, siempre en desventaja, han encontrado en esta práctica un seguro que les garantiza protección dentro del seno de la familia, a diferencia de lo que les ocurre a las que deciden divorciarse, que pierden en algunos casos la custodia de sus hijos en favor de su padre y se quedan en una situación económica lamentable. Lograr que las posesiones familiares permanezcan dentro del mismo linaje es otro de los factores que contribuyen a que muchas parejas se decanten por este tipo de uniones. “Estos agentes culturales podrían relacionarse con la confianza y la lealtad con la familia, la pureza de la estirpe y, entre clanes, la seguridad del grupo”, escriben los investigadores del artículo antes mencionado.

 

¿Tienen hijos con defectos?

 Aparte de por razones prácticas, las bodas entre primos también se han visto con ojos críticos por temas de salud: se dice que condenan a sus herederos a una serie de horribles defectos de nacimiento. En 2008, el político laborista Phil Woolas atribuyó el alto porcentaje de bebés nacidos con defectos genéticos a los matrimonios entre primos en la población británico-pakistaní. Más allá del sesgo racista del comentario, las uniones de este tipo entre los miembros de esta comunidad suponen una realidad numérica. Lo detalla Mansilla. “Se trata de crear vínculos y, por tanto, redes de solidaridad. Hoy en día, la familia es la seguridad social de muchos países, incluso en España. Ahora bien, en la realidad científica y medicinal, si se pueden crear problemas de consanguinidad”.

¿Qué clase de problemas, en concreto? Durante la década de los 70, Alan Bittles, integrante del Centro de Genómica Comparativa de la Universidad de Murdoch (Australia), se dio cuenta de que los problemas de salud a los que se tendrían que enfrentar los descendientes de primos no eran tan graves como se había pensado hasta entonces. En el año 2002, Bittles y otra docena de científicos expusieron en la revista Journal of Genetic Counseling que la posibilidad de heredar desórdenes genéticos o enfermedades como la espina bífida o la fibrosis quística era solo un 2,7% mayor que en el resto de la población (casi un 7%), mientras que la tasa de mortalidad se situaba en un 4,4%. La misma cifra a la que se enfrentan las mujeres que dan a luz con más de 40 años. Los que se oponen a esta práctica aseguran que es una manera de multiplicar por tres las posibilidades de que los bebés sufran una enfermedad hereditaria. Para Bittles, la diferencia no es pequeña. “Más de alguno si, estará tan sano como cualquier otro niño de la comunidad”, declaró a The Guardian.

 

Años más tarde, Bittles y un colega de profesión publicaron un informe en el que aseguraban que la mortalidad había ascendido casi un punto (hasta un 5,3%) entre los hijos de los matrimonios consanguíneos, y se preocuparon de subrayar otros factores a la hora de influenciar los resultados como “el demográfico, el social y el económico”. Los genetistas Paul y Spencer suscribieron las premisas de Bittles y reforzaron la teoría de que, en ocasiones, se yerra al no separar un problema genético de factores socioeconómicos y ambientales. “Las comunidades endogámicas como la británica-pakistaní suelen tener pocos ingresos. La madre podría estar malnutrida, y las familias podrían no tener acceso a un buen servicio prenatal, que, a su vez, es posible que no se encuentre disponible en su lengua nativa.

 

Sin embargo, un estudio publicado en The Lancet confirmó que los británicos-pakistaníes tienen el doble de posibilidades de sufrir el síndrome de muerte súbita del lactante, en comparación con los hijos de padres sin una relación familiar, y que “las anomalías congénitas son la causa más común de muerte en niños menores de 12 años en este grupo étnico”. Según datos del periódico The Independent, en la ciudad de Bradford, el 18% de las uniones matrimoniales son entre primos, y el 37% de ellas entre la comunidad pakistaní.

 

A pesar de las posturas encontradas, el material genético es implacable y sigue teniendo un peso difícil de ignorar en el desarrollo físico del ser humano. Lo desarrolla Ignacio Blanco, genetista en el Servicio de Genética Clínica del Hospital Germans Trias (Barcelona). “Las uniones entre familiares comportan un riesgo más elevado a la hora de desarrollar enfermedades hereditarias. La explicación es que estas aparecen cuando el paciente presenta alteraciones en las dos copias de un mismo gen. Es decir, si solo uno de los progenitores presenta una de las dos copias del gen alteradas, sus descendientes serán portadores de una alteración genética, pero no desarrollarán inmediatamente la enfermedad. Sin embargo, si un portador tiene descendencia con otra persona también portadora, es posible que esta enfermedad se presente en todos sus hijos al momento de nacer”.

 

Además, existen más posibilidades de que se manifiesten enfermedades recesivas. “Un ejemplo frecuente en nuestro entorno es el de la fibrosis quística. Esta dolencia, aunque puede presentarse en el contexto de familias no emparentadas, es más frecuente cuando los progenitores tienen una relación de consanguinidad”, declara Blanco.

 

Por eso, para evitar posibles complicaciones, es preciso que estas parejas reciban el adecuado asesoramiento genético. “Así, tras realizar una correcta historia personal y familiar, se puede evaluar el riesgo de sufrir una dolencia. De esta manera, recibirán toda la información necesaria para llevar a cabo una planificación familiar segura. En la actualidad existen métodos o estudios genéticos que permiten conocer el estado de portador de algunas de estas enfermedades recesivas”. Solo así será posible tomar una decisión teniendo en cuenta todas las posibilidades.


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